Cruces y encrucijadas

La vida como camino es una metáfora muy conocida. Machado dice “Caminante no hay camino,/ se hace camino al andar” y Vicentico canta “Los caminos de la vida/ no son los que yo pensaba”. Esos caminos pueden presentar cruces, encrucijadas, dédalos, laberintos y meandros.
Una encrucijada es un cruce de caminos, una división del sendero. En sentido metafórico, es una situación que ofrece varias posibilidades de solución cuya elección depende exclusivamente del caminante.
En la novela de caballería es un tópico o lugar común. El caballero andante siempre llega este tipo de parajes que lo obliga a tomar una decisión. La valentía, el coraje, la inteligencia, la hombría de bien se ponen en juego es esta decisión.
Don Quijote dejaba esta elección a su caballo Rocinante porque quería que la vida lo sorprendiera, que lo llevara hacia la aventura.

El cruce, en cambio, es el momento en que el protagonista se topa con alguien o algo que produce la peripecia, es decir, el cambio en el rumbo de su vida. Esos cruces decisivos pueden ser positivos o negativos. No es lo mismo cruzarse con un benefactor que con un asesino. En el poema Martín Fierro el cruce de Fierro con el sargento Cruz le hace entender a este último que quiere ser libre como él, que tiene un destino de lobo y no de perro gregario. Grita “Cruz no consiente/ que se mate ansí a un valiente” se pone a luchar contra su propia patrulla de policía.
Pero los caminos de la vida están representados en el dédalo, el laberinto y el meandro.
Todos los laberintos son dédalos pero no todos los dédalos son laberintos.
. El dédalo es un camino lleno tramos sin salida, con cruces y distintas opciones para avanzar. Debemos avanzar y retroceder a tientas, buscando la salida. Podríamos ejemplificando con el juego gráfico que le propone al niño qué camino debe seguir el conejo para llegar a la zanahoria. El trazado es totalmente arbitrario El dédalo no tiene un orden lógico. Está construido para que el hombre se pierda. Es una construcción monstruosa. Su nombre se debe al constructor Dédalo que lo ideó para encerrar al Minotauro. Pero el rey Minos lo dejó encerrado a él junto con su hijo Icaro. Sería la metáfora del artista deglutido por su obra.
Borges dice que por suerte el universo es un laberinto porque entonces tiene un orden lógico y por lo tanto el hombre no está perdido. Pero también la vida es el laberinto personal en el que buscamos la salida y para eso nos vamos golpeando contra las paredes. Es difícil salir indemnes, sin heridas.
En el cuento “La casa de Asterión” Teseo se asombra de que el Minotauro no se haya defendido. En muchos casos la muerte, la locura, el alcohol es para muchos la única salida. Y como era un dédalo, Teseo necesitó el hilo del ovillo que le dio Ariadna para poder encontrar la salida.
Otro símbolo es el meandro que debe su nombre al río de Turquía que describe muchas vueltas para avanzar poca distancia. Es un río lento, tranquilo.
Metafóricamente sería vagar por la vida sin sentido, sin un objetivo claro.